Los descubrimientos arqueológicos prueban que el medio ambiente sufrió cambios y debido a esta dio paso a una nueva fauna de animales entre ellos venados, llamas, guanacos; el crecimiento demográfico se vio incrementado de tal manera que los grupo humanos explotaron la mayor variedad de recursos y animales pequeños y sus desplazamientos estaban basados en la búsqueda de alimentos.
Desde el punto de vista histórico y diversas investigaciones, las evidencias más antiguas del poblador de Moquegua pertenecen al Hombre de Coscocollo, que vivió en las pampas de Cullabaya –
Hacia el 10,000 a.C. el territorio andino (peruano) ya había sido ocupado, principalmente las zonas comprendidas entre el Callejón de Huaylas y la cuenca del lago Titicaca en la sierra y entre Moquegua y Piura en la costa. En aquel tiempo, los desiertos costeños eran escasos, existían bosques húmedos llenos de fauna silvestre. La diversidad climática y biológica permitió al hombre arcaico recolectar los frutos que la naturaleza le ofrecía. Tal como afirman los investigadores, todos los miembros de la familia, incluidos los niños, participaban en la recolección de alimentos. Protegiéndose del clima o de los animales, los hombres de esta época habitaban en cuevas abandonadas hasta que el alimento en la zona se terminara. Una vez recolectados todos los alimentos posibles y tras haber cazado a los animales de la zona, procedía a trasladarse a otro sitio que les siga permitiendo la supervivencia. Durante este periodo arcaico los hombres andinos solo vivían de la caza y recolección, eran trashumantes y se albergaban temporalmente en cuevas y abrigos rocosos.El nomadismo puro de los primitivos cazadores, es decir el viajar permanentemente siguiendo las huellas de la casa mayor o buscando un clima más benigno que permitiera mejores condiciones de vida y una más cuantiosa recolección de frutos silvestres, pronto devino en un nomadismo regional (10,000 a.c.), cíclico y periódico, en el que los cazadores-recolectores se movían aprovechando los beneficios que ofrecían los cambios de estación, la existencia de microclimas y la presencia de pisos y nichos ecológicos. Así, los movimientos migratorios eran tanto horizontales como verticales, de desplazamiento longitudinal y de ascensión transversal a través de la geografía peruana.
La migración de las bandas se circunscribía a ciertos territorios en los que su presencia se daba de acuerdo a los imperativos del clima y a su consecuente impacto en los recursos naturales de la región. Así, las bandas que tenían la costa como su hábitat principal, además de recorrer el litoral y explotar los abundantes recursos que ofrecían las lomas costeras, hacían incursiones en la sierra occidental cuando, en el seco verano costeño, las húmedas altiplanicies serranas ofrecían suculentos pastizales a la fauna de la época. Asimismo, los nómades que tenían su base de asentamiento en la sierra, cuyos valles recorrían y explotaban de acuerdo a una tácita división territorial, al llegar el seco invierno serrano emigraban hacia las más húmedas punas y jalcas cordilleranas o descendían hacia la costa para aprovechar la feraz vegetación que anualmente se producía en las lomas como consecuencia de la condensación de las neblinas lluviosas y húmedas brumas del invierno costeño.
La vida migratoria y de desplazamientos fue combinando con la recolección de raíces, frutos pero el rol preponderante era la raza, la pesca y recolección de mariscos a ello se suma la importancia de las zonas de lomas; actividades propias del sedentarismo en la costa.
Tras miles de años de recorrido errante, las bandas (pequeños grupos de hombres) que por el 12,000 a.C. llegaron a estas tierras encontraron una flora y fauna muy diferente a la actual. Enormes animales como el megaterio (perezoso gigante), el tigre diente de sable, ciervos, caballos y mastodontes se convirtieron en el alimento principal de la nueva población andina. La caza de estos animales les permitió vivir en los Andes durante miles de años a pesar de que sus herramientas eran muy rudimentarias y elementales (toscas puntas de piedra, anzuelos de hueso y hachas de piedra).
El primer sitio arqueológico en la ciudad de Moquegua proviene probablemente de los asentamientos de Coscocollo, ubicados a los 3883 msnm, que muestran restos de rústicos habitáculos y talleres líticos correspondientes a lo que habría sido uno de los más tempranos asentamientos de cazadores-recolectores de altura o sierra de carácter nómada.
El hombre en esta época inicial establecen frente a la naturaleza una relación de fuerte dependencia , tanto en le desarrollo de las actividades destinadas a la obtención de su sustento, como también dependía de esta, para fijar momentáneamente su residencia se ha observado en la realización de modificar las condiciones naturales que ofrecían, erigiendo pequeños muros así como paravientos, con la única finalidad de alcanzar una mejor protección frente a las rigores del clima.
Vivían en cuevas, abrigos rocosos, ensenadas o en campamentos cubierto con pieles de animales o ramadas, se trasladaban continuamente de un sitio a otro formando pequeños grupos u hordas; su preocupación fue la búsqueda de alimentos, se cazaban animales de la megafauna hoy extinguidos.
Para efectuar la caza y la recolección emplearon instrumentos fabricados especialmente de piedra, entre los que destacan, hachas de mano, cuchillos, raspadores y puntas de proyectiles.
Este hombre era un grupo humano de la época lítica que vivió en la zona de Coscori, parte alta del Río Moquegua, entre los 10,000 a 8,000 años A.C.
Fue contemporáneo con los grupos humanos asentados en Huacanane Asana y Cruz Laca, ubicados también en la cuenca alta del Río Moquegua. Su huella está manifiesta en la pintura rupestre localizada en la cueva del mismo nombre.
Estas pinturas en negro, rojo y amarillo, estudiadas por el Proyecto Contisuyo muestran escenas de caza de guanacos y venados. pintar elaboraron pinceles rudimentarios y preparaban pinturas mezclando pigmentos de óxidos minerales con grasa animal.
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